![]() La Madre Teresa trabajó veinte años como profesora en un colegio de Calcuta y, si bien le encantaba, sentía que no era para eso para lo que se había convertido en monja. Ella misma cuenta que un día, mientras iba rumbo al convento de Loreto en un tren abarrotado y ruidoso, tuvo la certeza de que Dios le pedía dedicar su vida a los más pobres. En ese instante descubrió su auténtica vocación, “la llamada dentro de la llamada”, según sus palabras. No terminamos de comprender que la palabra “vocación” no se refiere en exclusiva a la vida religiosa: es una intuición profunda que conecta nuestros valores con el sentido que damos a nuestra vida. Va mucho más allá de una mera orientación laboral: es algo mucho más profundo que redefinepara qué estamos en el mundo. En un proceso de coaching también exploramos la vocación del cliente, o sea, qué se siente llamado a hacer. Con demasiada frecuencia encuentro personas que se perciben atrapadas en un estilo de vida que no les hace felices, bien sea porque desempeñan tareas que no les gustan, porque conviven con personas a las que no quieren o porqueintuyen que sus vidas no van por el camino correcto. A esto lo llamamos “grado de congruencia”, y cambiarlo puede suponer la plena realización del individuo, si bien requiere pagar el precio de salir de la zona de confort y poner en marcha una transformación profunda en la persona y en su entorno. Se sea o no creyente, Madre Teresa es modelo de congruencia: ignorar aquella llamada hubiera sido desastroso no sólo para ella al permanecer en la mediocridad cuando estaba recibiendo la invitación de convertirse en una estrella de primera magnitud en la Iglesia Católica, sino para cuantos tuvieron la dicha de recibir sus cuidados y para un mundo necesitado más que nunca de referentes como el suyo. ![]() Siete mil millones de seres humanos, siete mil millones de definiciones distintas de la palabra “felicidad”. Y tras cada proceso de coaching el mismo objetivo final: ser un poquito más feliz, se entienda como se entienda el concepto. Robert Waldinger, de la Universidad de Harvard, se atreve a proporcionarnos tres consejos psiquiátricos para que la felicidad no sea, como cantaba el gran Roque Narvaja, “ese espejismo que no se escapa”: 1. Mimar los vínculos interpersonales con las personas más íntimas de nuestro círculo social. Waldinger lo tiene claro: no sólo viven más quienes hacen esto sino que muestran un mayor grado de salud mental. La cercanía con nuestros familiares y amigos, por cierto, tiene un potente componente antropológico porque en nuestros genes está grabado que permaneciendo en la tribu encontraremos el apoyo y el calor que necesitamos para sobrevivir. El mecanismo psíquico es el mismo tanto si funcionamos en la jungla africana como en la jungla de asfalto. 2. Evitar las relaciones tóxicas. Waldinger entiende por tal aquellas que nos causan un desasosiego continuo por el alto grado de dependencia que estas personas tienen de nosotros, por su influencia emocional negativa o por sus exigencias a cambio de nada. Si por el motivo que sea no nos es posible mantenernos alejados de este tipo de personas, es recomendable un proceso de coaching para poder lidiar con la situación de forma eficiente. 3. La clave es, por lo visto, la empatía. Hay tres posturas ante el otro: la antipática, que nos coloca en las antípodas de su estado emocional (por ejemplo, yo me alegro porque el otro esté triste, o viceversa); la simpatía, que hace que me contagie de la emoción de mi interlocutor; y la empatía, que me permite entender qué siente pero sin que ello haga que yo cambie mi propio estado de ánimo, ya que sólo de esa forma podré convertirme en un apoyo adecuado que le permita comprender su situación. Waldinger ha hecho este estudio cotejando datos que se han venido recopilando desde 1938 a medida que se han ido analizado las conductas de grupos de voluntarios que cada dos años se han sometido a cuestionarios sobre sus hábitos. ![]() Esta semana me informaron de que una coach salió en la televisión argumentando que con su terapia era capaz de curar la homosexualidad. Pues bien: ni la homosexualidad es una enfermedad ni el coaching es una terapia, por lo que dudo de los resultados que supuestamente ha conseguido la susodicha con sus “pacientes”. Figúrate que estás haciendo deporte con un entrenador. Si te rompes una pierna poco podrá hacer él: es preciso que vayas al traumatólogo y después al fisioterapeuta para que tu pierna se cure. Una vez sanada y tras la adecuada rehabilitación, podrás reincorporarte al entrenamiento con el preparador físico. El coach, en el mundo de las ideas, de los objetivos, de los planes de acción, viene a ser como el entrenador que te acompaña en pos de tus logros. Si se detecta algún problema de tipo patológico es preciso derivar a la persona a otro profesional, por lo general un psicólogo, que aborde su solución desde una perspectiva diferente. En coaching ni hay diagnóstico ni hay tratamiento porque yo no tengo pacientes, sino clientes: personas que están bien pero que desean estar mejor y alcanzar su mejor versión. Ni soy psicólogo ni lo pretendo, y si en algún momento capto alguna conducta en la persona que me solicita procesos de coaching que no estoy cualificado ni para evaluar ni para tratar, con mucha delicadeza la derivo a un compañero psicólogo con el que tengo un acuerdo de colaboración cuando surge este tipo de casos. Esta es una profesión emergente y está pagando la novatada al tener que lidiar con “coaches” que, o bien no están convenientemente acreditados por una organización, como por ejemplo la International Coach Federation (ICF), o bien no cumplen con el código deontológico que garantiza que lo que se hace durante el proceso es coaching y no otra cosa. ![]() Mira a tu alrededor: hoy está detenida la producción, las tiendas cerradas y los obreros descansando gracias a que una humilde aldeana que vivió en un rincón del mundo hace dos mil años, María de Nazaret, la Madre de Jesús, según la fe católica resucitó y está viva en el cielo con un cuerpo como el de Su Hijo, transformado, espiritualizado, en el que ya no rigen las leyes físicas, tal y como explica el dogma de la Asunción proclamado en 1950 por el Papa Pío XII. El Código Deontológico por el que nos regimos los coaches acreditados por la International Coach Federation (ICF) dice que no podemos discriminar a nadie a causa de su religión. Pero vamos más allá: en un proceso de coaching, tenemos un exquisito cuidado cuando el cliente aborda, si es que lo hace, sus creencias religiosas. Aún así, he observado que muchas personas solicitan procesos de coaching con el objetivo de profundizar en su espiritualidad, no entendiendo ésta exclusivamente como la vinculación a una determinada religión, sino también como vivir la esfera de lo interno desde un punto de vista trascendente. Te confieso que este tipo de procesos me resulta fascinante porque desde el momento en que el cliente empieza a cultivar ese aspecto de su vida comienzan a pasar cosas interesantes: desciende el nivel de angustia, se tiene una visión más global de las circunstancias, mejoran las relaciones interpersonales y se vive, en general, con una actitud más proactiva. Y mientras ciertos estudios afirman que los ateos son más inteligentes (Universidad de Rochester) y otros que los creyentes son más felices (Universidades de Wisconsin y Harvard), todos conocemos creyentes deprimidos y ateos estúpidos, acaso porque el misterio de lo humano sea demasiado bello y profundo como para encajar en los resultados estadísticos. En coaching llamamos “quiebre” a lo que Rafael Echeverría identifica como una “ruptura de la transparencia”, un evento que interrumpe el fluir natural de los acontecimientos de nuestra vida. Por ejemplo: cuando conduzco, no centro mi atención en “tareas automáticas”, “transparentes”, lo que me permite ir hablando con un pasajero o pensar en lo que haré al llegar a mi destino. Un pinchazo es un quiebre, algo inesperado que requiere mi intervención. Yo prefiero la palabra “circunstancia” a la palabra “problema” porque aquélla no tiene una connotación emocionalmente tan negativa y me permite gestionar el quiebre de manera más objetiva y acaso desafectada. He observado que, en muchos casos, magnificamos la importancia del quiebre, lo observamos a través de una especie de lupa emocional que puede llegar a bloquear nuestra acción. En este caso, me resulta útil una pregunta sencilla pero a la vez contundente con la que relativizo la dimensión que en mi diálogo interno le doy al suceso: “¿y qué?”. Al preguntar “¿y qué?” me doy permiso para pensar más despacio en las consecuencias que tiene para mí lo que interpreto como un problema, y acaso calmarme para buscar más fácilmente la solución que necesito. Sigamos con el ejemplo: “he pinchado, ¿y qué?”. Casi inmediatamente voy a verbalizar una solución. Con este truco mi mente busca alternativas de acción sin detenerse en imaginar los posibles escenarios negativos. Es una pregunta que me ayuda a “restaurar la transparencia” lo antes posible. Al concepto “quiebre” añado el de “brecha de aprendizaje”: qué he de incorporar en mi conocimiento para solucionarlo. Acaso no sepa cambiar la rueda, pero aprenderé que el seguro de mi coche me brinda un servicio técnico que se desplaza al lugar para que alguien lo haga por mí o me enseñe a hacerlo. ![]() El 4 de julio de 1776 se firmó en los Estados Unidos la Declaración de Independencia que marcó su separación definitiva de Imperio Británico. Paradójicamente, el rey Jorge III escribió en su diario esta nota: “hoy no ha pasado nada importante”. “Se inician revoluciones, surgen cosas que pueden cambiar el mundo para siempre y hasta a un rey pueden pasarle desapercibidas si no presta atención”, comenta uno de los personajes de “Expediente X” cuando en cierto episodio se hace referencia a este mismo acontecimiento. Reflexiona: ¿qué hay en tu vida que es trascendente y a lo que no le estás prestando atención por tener puesto tu foco en lo urgente? ¿Cuántas veces a lo largo de la semana te ves “apagando fuegos”, haciendo malabares para solucionar las dificultades que se te van presentando? ¿Cómo diferencias lo urgente de lo importante? ¿Cómo lo gestionas en tu agenda? Estas preguntas pueden resultarte incómodas porque suponen dos cosas para ti: tomar conciencia y acaso cambiar tu conducta. Pero son cuestiones que te formularé si pones en marcha conmigo un proceso de coaching, dado que si tomas tal decisión quiere decir que hay algún valor importante para ti que deseas vivir más plenamente y que, por lo que sea, está corriendo peligro. No te confundas: “zona de confort” no quiere decir que todo te vaya como una seda sino aquella situación que ya es habitual para ti, bien sea discutir con tu jefe o no saber decir que no a cuanto te pidan. La “zona de expansión” es la que exploramos en el coaching precisamente porque es ahí donde intuyes que está tu crecimiento personal y la mejora integral que deseas alcanzar para ti y para los tuyos. Adentrarte en ella es, en mi opinión, lo único verdaderamente urgente, porque es ahí donde se te revelarán las cosas que de verdad son importantes.
Te sorprendería descubrir la cantidad de personas que me solicitan procesos de coaching cuando se acerca el verano con el objetivo de motivarse a empezar a mover sus cuerpos, acaso entumecidos por el sedentarismo, y hacer del ejercicio un nuevo hábito en sus vidas. Y lo maravilloso es que el organismo humano, diseñado para estar el movimiento, es increíblemente agradecido: tras más o menos ocho semanas de cierta constancia, comienzan a hacerse visibles unos resultados que compensan con creces el tiempo relativamente corto que dedicamos cada siete días a la actividad física moderada.
Según la Organización Mundial de la Salud, sólo es necesario reservar de 20 a 30 minutos diarios al ejercicio para mantenernos sanos. Hagamos un sencillo cálculo: esto viene a significar unas tres horas y media a la semana, que tiene 168 horas, lo que quiere decir que cada siete días dedicaríamos a movernos un 2% de ese tiempo a cambio de unos beneficios extraordinarios. ¿Cómo cambia tu visión sobre el tema ante esta evidencia? Si tu excusa es que no tienes tiempo, ¿a qué otra cosa más importante que tu salud y tu bienestar vas a dedicar ese 2% del tiempo semanal? Y acaso una pregunta más desafiante todavía: ¿a qué te estás exponiendo negándote a hacer ejercicio? Como es lógico, el movimiento ha de ir acompañado de una alimentación adecuada, el descanso preciso y la actitud mental positiva que te van a permitir vivir más plenamente el grado de salud que deseas disfrutar. Cada vez es más común encontrar en los gimnasios no sólo al entrenador físico deportivo, sino también al coach que te acompañará en tu proceso de mejora integral proporcionándote una visión realista de tus metas y estimulándote a que diseñes y sigas un plan de acción adecuado a tu propia circunstancia. ¡Ánimo, pues, y adelante! Cuando alguien solicita mis servicios como coach es porque está deseando vivir más intensamente un determinado valor, como por ejemplo el éxito profesional, la mejora de una relación, unos hábitos más saludables o la organización correcta de su agenda. Esta es la meta, que definiremos en los primeros instantes de la sesión. ¿Qué quieres conseguir?, ¿para qué quieres eso? y ¿cómo vas a medir tus resultados? son tres preguntas básicas para poner en marcha el proceso de coaching.
Tras haber consultado a casi 64.000 directores de empresas y a más de 14.000 estudiantes graduados, una encuesta realizada por PayScale revela que se detecta una importante carencia de habilidades profesionales en las personas recién licenciadas cuando comienzan a ocupar su primer puesto de trabajo. El 44% de los directivos declaró que una de las destrezas que más echan en falta es el dominio de la escritura; el 39%, la capacidad de hablar en público; el 36%, la habilidad para el manejo de programas informáticos esenciales en el desempeño de la tarea encomendada.
Agosto de 2013: un equipo del Departamento de Cirugía Plástica de la Universidad Western Reserve acude a la Convención Anual de Gemelos de Twinsburg (Ohio) y escoge a 79 parejas de gemelos de entre 18 y 78 años para comprobar los estragos causados por el tabaco en el gemelo fumador. Los resultados fueron contundentes: dramático envejecimiento a causa de unas arrugas mucho más marcadas, heridas peor cicatrizadas, actividad física dificultada, manifestación de enfermedades respiratorias o cardíacas, propensión a padecer cánceres… En definitiva: una disminución drástica de la calidad de vida y de su duración potencial. Todo ello como resultado de una decisión tomada en el pasado. Y de no asumir que otra decisión tomada hoy puede cambiar el futuro.
![]() Bota algo elástico cuando cambia de dirección tras chocar con un cuerpo más duro. Bota una persona al saltar. Bota un barco si cambia de dirección para ir a donde quiere y no a donde lo lleva la corriente. Bota el que despide a alguien de su puesto de trabajo. Bota quien pierde algo. Con estas distinciones lingüísticas, todas sinónimas del mismo verbo, no estoy seguro de si lo que voy a hacer el próximo domingo es votar o botar. ¿Y tú? Desde el coaching podemos abordar las elecciones con preguntas de desafío que nos ayuden a tomar conciencia antes de entrar en acción utilizando el maravilloso poder que nos otorga la democracia. Hagámoslo siguiendo el protocolo GROW: 1. El objetivo (Goal): ¿qué quieres que suceda en España en los próximos cuatro años? O dicho de otro modo, ¿cómo deseas que sea nuestro país en 2020? ¿Para qué quieres que sea así y no de otra manera? ¿Qué valores quieres que vivamos con más plenitud? ¿Cómo cambia tu vida si lo conseguimos? ¿Y si no? ¿En qué te vas a fijar para saber si nos vamos acercando o alejando de ese estado deseado? 2. El estado presente (Reality): ¿qué no deseas que siga sucediendo? ¿Qué nos falta? ¿Qué nos sobra? ¿Tu valoración de la situación actual se basa en opiniones o en hechos objetivos? ¿Qué puedes cambiar tú desde tu individualidad? ¿Qué no puedes cambiar? 3. Las opciones (Options): de las intenciones verbalizadas por los partidos candidatos, ¿cuál se acerca más a tu ideal? ¿Cómo lo sabes? ¿Qué es lo que todavía no has hecho para decidirte por uno o por otro? En tu decisión, ¿pesa más lo que quieres conseguir (Metaprograma de Acercamiento) o lo que quieres evitar (Metaprograma de Alejamiento)? ¿Qué puede hacerte cambiar de idea? 4. El plan de acción (Will): ¿a quién vas a apoyar finalmente? ¿Para qué escoges eso y no otra cosa? ![]() ¿Sabías que la palabra “fan” viene de “fanático”? Pero cuidado: no en el sentido de quien defiende una creencia o una opinión con pasión exagerada y sin respetar las creencias y opiniones de los demás, sino más bien en su acepción anglosajona, más ligada a la afición hacia algo o alguien que por sus características nos apasiona. Pues bien: la diferencia entre el jefe y el líder acaso radique en el que el primero tiene subordinados y el segundo, fans. No siempre encuentro en las organizaciones a las que acompaño en procesos de coaching que el jefe y el líder son la misma persona. Alguien puede tener la titularidad de la jefatura del equipo, pero eso no quiere decir que haya desarrollado (y aplique, claro) las competencias propias del liderazgo de personas a fin de conseguir que hagan voluntariamente lo que se requiere para la consecución de los objetivos. El jefe se impone, mientras que el líder es escogido. El jefe es autoritario, el líder tiene autoridad. Observemos distintas actitudes: si impone, da órdenes, habla sin escuchar, es repetitivo en los protocolos de acción, culpabiliza cuando algo no sale bien y es celoso de la información que maneja, probablemente estamos ante un jefe; si por el contrario, inspira, pregunta para encontrar soluciones entre todos, escucha activamente, es innovador, sirve de modelo a todos gracias a su comportamiento ejemplar y comparte cuanto sabe, con toda seguridad tienes delante a un líder. Es más: el jefe manda, inspira temor, se focaliza en los procedimientos, y habla desde el yo; el líder aconseja y guía, inspira entusiasmo, se focaliza en las personas y habla desde el nosotros. ¿Y tú? Si tienes responsabilidades en tu organización, evalúate: ¿tiendes más a ser jefe o a ser líder? ¿Qué te ha impulsado a escoger ese estilo de dirección? ![]() Hoy deseo compartir contigo un truquito sencillísimo que te puede servir para empoderar tu lenguaje. Está basado en la construcción de sentencias utilizando la palabra “pero”, y para poder explicártelo bien necesito antes proporcionarte un breve apunte de gramática. La palabra “pero” es una conjunción adversativa. Esto quiere decir que une dos frases que son “adversarias” entre sí, es decir, que una de ellas se opone, afecta, impide, matiza o corrige a la otra. Veamos un ejemplo: “quiero hacer la tarea que me han encomendado, pero me resulta bastante difícil”. No es difícil comprobar que la frase que pronunciamos después del pero resta prácticamente todo su poder a la primera y se convierte en lo que en coaching denominamos “explicación tranquilizadora”: aquella que nos mantiene en nuestra zona de confort. El truco es este: cambia el orden en el que “colocas” las frases. Fíjate: “me resulta bastante difícil, pero quiero hacer la tarea que me han encomendado”. Esta modificación que aparentemente es sutil ejercerá una influencia asombrosa en tu voluntad porque, si bien reconoces el impedimento (la tarea es bastante difícil), acabas poniendo tu foco en lo que sí deseas hacer (la tarea que te han encomendado) a pesar de la dificultad. Probemos con otra: “es un niño encantador, pero a veces se porta mal”; “a veces se porta mal, pero es un niño encantador”. ¿Cómo te suena la primera construcción y cómo te suena la segunda? Tanto en tu mente como en la de tu interlocutor, la frase sobre la que recae la fuerza es la que pronuncias después del pero. Mi invitación es a que, antes de pronunciarlas, pruebes a reordenarlas teniendo al pero como pivote, a ver qué pasa. El truco es aplicable a sinónimos del pero, como “mas” (sin acento), “sin embargo”, “aunque”, “no obstante”, etcétera. |
“Una creencia no es simplemente una idea que la mente posee: es una idea que posee a la mente”. (Robert Oxton Bolt) Archivos
July 2021
El lenguaje lo cambia todo: si digo "circunstancia" desdramatizo la situación que antes denominaba "problema". Así podré enfocar la solución de una forma más objetiva. |